miércoles, 31 de diciembre de 2014

miércoles, 6 de agosto de 2014

ANTE LA MUERTE DE UN HIJO
                                                             
Cuánta agonía puede
soportar un corazón
nadie lo sabe.
Cuando se muere un hijo
se abren de par en par
las carnes del alma,
que en un quejido
incontenible
se desgarran.
Llegue a Ti, Dios mío,
tanto dolor
que en alma humana
no cabe.
Y préstale tu infinito valor,
Dios mío, para que,
junto con la del hijo,
su vida no acabe.

No hay mayor convulsión
desde que creaste el mundo de la nada.
Lo que sufrió el universo
lo padece ahora una sola alma.

Cuánto madrugaste,
muerte impía y obscena,
para arrancar la vida
de una carne tan temprana
seduciendo su alma
clara, serena.

Te maldigo, muerte,
si no creyera
que un Dios,
Padre bueno y omnipotente,
ya te arrebató la pena
porque su Hijo,
muriendo en la cruz,
nos salvó de la condena;
y ahora Pedro Goitia descansa
en la paz eterna y verdadera
gozando de la dicha infinita
del Dios Bueno a la diestra.


(6 de octubre de 2006)

sábado, 12 de abril de 2014

                                                                                                                                                                                       

Reseca como ladrillo
la piel del alma;
duro como piedra
el brillo de su mirada.

Extraviados los senderos
que conducen a la nada.
Vacía la fuente de las lágrimas.
Desiertos los jardines de la mirada.

Cumbre remota y lejana
por nadie alcanzada.
Cueva oscura y sombría
por nadie habitada.

Llanura sin fin,
sin un árbol ni
una sola planta.
Ni una gota de agua
que la sed atenúe.
Ni una brizna de luz
que la oscuridad alumbre.

Tremenda soledad
la soledad del corazón.

Mil anhelos
desgarran a tiras
la piel de la vida.
Mil suspiros
no apagan
del corazón la llama
de la compañía.














sábado, 25 de enero de 2014


DUALIDAD

 

El ser humano

se mueve siempre entre dos polos:

ciencia y fe,

razón y corazón.

¿Qué debe prevalecer

si ambas cosas son de Dios:

el pensamiento o los sentimientos?

¿La oscuridad de la fe

o la luz del pensamiento?

 

Dos raíles que deben ir paralelos,

nunca superpuestos,

siempre juntos.

Dos elementos insustituibles

de un mismo conjunto.

 

Dos ojos que conforman

una sola mirada.

Dos aspectos, dos vertientes,

dos arroyos que confluyen

en una misma corriente.

 

¿Qué sería del corazón

sin el pensamiento?

¿Qué del sentimiento

sin la razón?

¿Qué es lo primero

o cuál es lo postrero:

la ciencia o la creencia?

 

La ciencia sin la fe está vacía.

La fe sin la ciencia, oscurecida.

 

La ciencia presta su luz humana

a la fe que es ciencia divina.

Dos caminos, dos estelas

hacia la única Verdad constituida.

 

De igual modo

la razón ilumina el sentimiento,

y el corazón

da luz y calor a la razón.

 

Así es nuestra constitución

y renunciar a ella es disparate.

El  pensamiento sin sentimiento

es frío, inhumano;

el sentimiento sin el pensamiento,

caballo desbocado.

 

El humano conocimiento

es sólo un destello

de la divina Sabiduría

y alcanzarla es el anhelo

de los espíritus angélicos

y de los hombres en su destierro.

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

martes, 21 de enero de 2014

Tus ojos



TUS OJOS

Dos gaviotas tus ojos
vuelan mares de ensueño.
Mil puñales tu palabra
se clavan en mi pensamiento.

Que tus ojos son puñales de sangre,
banderillas de fuego.

Hablas con tu mirada,
miras con tu palabra.
Se enciende el aire con tu presencia,
tiembla de brillo la tarde
cuando tus cantarinos pasos
dan rienda suelta a tu talle.

Que tus ojos son banderillas de fuego,
puñales de sangre.

Tus ojos andan libres de tu cuerpo
de tanto fuego que arde en ellos.

Que tus ojos son puñales de sangre,
banderillas de fuego.

No me cansa tu presencia,
no me canso de mirarte.
No me cansa el remanso de tus brazos
ni tu ternura al contemplarme.

Que tus ojos son banderillas de fuego,
puñales de sangre.