sábado, 30 de marzo de 2013

LA ÚLTIMA CENA

En medio de la mesa en una fuente
estaba el cordero pascual, símbolo
y recuerdo de la liberación
del pueblo de Israel de los egipcios,
el plato principal. La ceremonia
se ajustaba a un estricto ritual.
Acabada la cena, se ciñó
una toalla, les lavó los pies
como hacen, en el suelo, los esclavos.
Ejemplo de humildad y sencillez.
Pero el gran misterio ocurrió después.
Tomó un pan entre sus manos,
lo bendijo, se lo dio
a comer. Era su carne.
Lo mismo hizo con el vino,
transustanciado en su sangre.
Cuanto más lo pienso, menos lo entiendo:
que Dios nos diera a comer
y beber su propio cuerpo
y la sangre de sus venas
para hacernos como Él.
Que nos amáramos como
hermanos. Su testamento.
Quiero, Jesús, serte fiel.


No hay comentarios:

Publicar un comentario